Del rencor y la queja a la responsabilidad y el perdón.





La enorme importancia de pasar del rencor y la queja a la responsabilidad y el perdón.

Hace tiempo, cuando cerré mi primer negocio, un pequeño emprendimiento que había comenzado con muchísima ilusión, lo hacía culpando de ello a algunas personas muy cercanas a mí. Pero no fue hasta años después que entendí la enorme importancia de pasar del rencor y la queja a la responsabilidad y el perdón.


Son nuestras expectativas las causantes de nuestro dolor.

Te contaba en un post anterior como pasé la mayor parte de mi vida adulta siendo ama de casa. Cuando decidí emprender di por hecho que mi entorno más cercano me apoyaría y se alegraría por mí.

Y me equivoqué.

No entraré aquí en lo que creo que fueron los motivos de la reacción y posterior comportamiento de algunos de ellos, porque no es relevante; además, solo sería mi interpretación de lo que ocurrió según mis percepciones. Lo que sí es relevante es que me causó un sufrimiento como jamás podía imaginar.

Siempre creemos que las personas con las que más nos relacionamos y con las que mayormente nos llevamos bien, estarán a nuestro lado cuando más les necesitemos. Pero eso no siempre se cumple. Y esas expectativas que ponemos en ello son la causa de nuestro dolor cuando no recibimos el apoyo que esperamos.


Mi nivel de victimismo crecía por momentos.

A lo complicado de mi situación laboral, añadí el conflicto en el que entré con algunas personas cercanas. No lograba entender su falta de empatía ni sus acciones en mi contra; no comprendía porqué había pasado de ser una persona apreciada, incluso querida -al menos eso me habían dado a entender- a ser totalmente rechazada.

Te puedes hacer una idea del grado de rencor que llegué a acumular cuando, un año después de abrir mi negocio, tuve que cerrar por mis dificultades para sacarlo adelante. Y les culpaba a ellos de ser, en gran parte, los responsables.

Me regodeaba en mi dolor, diciéndome a mi misma que yo siempre había sido buena y generosa con ellos, ¿y así me lo agradecían?

Tengo que admitir que alcancé un nivel de victimismo por encima de lo que sería aceptable en cualquier situación de sufrimiento.


Y descubrí mi Cociente Agallas.

En aquellos días comencé a leer mi primer libro de autoayuda, "El Cociente Agallas" del doctor Mario Alonso Puig

Esta lectura supuso un cambio trascendental en mi mentalidad y manera de ver la vida. Recuerdo pensar, a veces, si en el futuro llegaría incluso a estar agradecida por el dolor que todo aquello me había causado. Y es porque empezaba a ser consciente de que con lo que nos pasa en la vida podemos hacer dos cosas: anclarnos en la queja y el rencor, perpetuando el dolor, o aprovecharlo como un aprendizaje para impulsarnos hacia delante como si de un trampolín se tratara.


Hicieron falta cuatro años y otro proyecto fallido para dejar el rencor y la queja, asumir la responsabilidad y perdonar.

Unos años después, mi búsqueda por salir adelante con un nuevo proyecto, me llevó al desarrollo personal, encontrándome conceptos como crecimiento personal, espiritualidad, esencia, ego... por los que nunca había sentido un especial interés.

Escéptica pero muy curiosa a la vez, me vi inmersa en aprender todo cuanto pudiera sobre ello, sintiendo, con cada paso que daba, que me acercaba más y más a conocerme, a comprenderme y a entender el significado de mi existencia.

Y llegó a mí la lectura definitiva por la cual entendí que en los procesos de la vida todos somos responsables y que aceptar esa responsabilidad abre las puertas al perdón, eliminando la queja y el rencor.

Casi de manera instantánea me vi admitiendo que yo era responsable, en gran medida, de lo que me había pasado; y no solo por las decisiones que había tomado y que me habían llevado a todo lo ocurrido, sino porque yo era libre de decidir como me afectan los comportamientos de los demás. Yo era quien permitía el daño.

Perdoné y me perdoné, liberándome de la insoportable carga del dolor que arrastraba. Porque el perdón no es justificar los actos de otros y volver a tolerar su comportamiento; es un acto liberador para uno mismo. Y pasa por entender y aceptar que cada persona hace, en cada momento y con su nivel de consciencia, lo mejor que sabe y puede hacer.

Y me limpié del rencor que me envenenaba. Porque el rencor es eso, un veneno que uno toma esperando que, con ello, el otro muera.


Y llegó la gratitud.

Cambié todas las quejas -aquellas por el comportamiento que otros habían tenido conmigo- por gratitud, porque gracias a toda aquella experiencia mi vida cambió; desperté del sueño en el que estaba, para empezar a ver todo cuanto me sucede de otra manera; sacar de cada situación una enseñanza; aprender a ser feliz por mi misma, sin dejar esa responsabilidad en manos de otros; crecer, evolucionar y ser mejor.

En definitiva, ser YO.


Gracias infinitas por estar ahí.

Photo on Foter.com




Comentarios

  1. Admiración es lo que siento en estos momentos por ti, querida Anina. Perdonarse a uno mismo para liberarse de toda esa carga emocional puede ser uno de los trabajos más complicados del camino del crecimiento personal. GRACIAS por todo lo que compartes con el mundo.

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  2. Es complicado aceptar esa responsabilidad y perdonarse también uno mismo, pero la liberación es inmensa. Te da paz y te permite avanzar. Millones de gracias a ti, Adri, por tanto apoyo y cariño.

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