Depresión o cómo no supe gestionar mis emociones.


La depresión y la ansiedad no son signos de debilidad.

Seguro que todos hemos leído alguna vez esa frase que dice algo así como "la depresión y la ansiedad no son signos de debilidad, sino de haber tratado de permanecer fuerte por mucho tiempo" y aunque esto es muy cierto, también lo es que estos estados emocionales te hacen sentir débil, incapaz y sin valor. Y no saber cómo gestionar mis emociones me llevó a la depresión.

No recuerdo exactamente la fecha en que decidí que no podía más y que o hacía algo o la tragedia era inevitable, pero sí recuerdo el miedo y el dolor que sentí en aquel preciso instante.


Mis "síntomas": cansancio, tristeza y sentimiento de culpa.

Sufrí depresión y ansiedad durante un tiempo hace muchos años, y el diagnostico médico fue "depresión posparto" ya que hacía poco tiempo que mi hijo había nacido.

No voy a entrar en explicaciones médicas sobre lo que es la depresión, me parece mejor compartir cómo yo lo viví y cuáles fueron mis síntomas.

Recuerdo pasar muchas horas en la cama, porque dormir aliviaba ligeramente mi sufrimiento, con mucho cansancio y tristeza, y un enorme sentimiento de culpa. Me sentía desgraciada sin saber porqué, con una vida llena de tantas cosas para agradecer. Dos hijos preciosos y sanos, y un marido afectuoso y comprensivo, que se desvivía por nosotros para que no nos faltase nada; una buena casa y una economía que nos permitía vivir sin pasar necesidades; mi familia, madre, hermanos... Tenía todas esas cosas que creemos necesitar para sentirnos felices.

Pero no fue hasta el momento en que me di cuenta del daño que podía causarles a mis hijos, que tomé la decisión de pedir ayuda.

Un año de antidepresivos y dos más de ansiolíticos me sacaron de aquella situación.


Aun habiendo salido de una depresión, nunca supe gestionar mis emociones... hasta ahora.

Supongo que, como todo lo que nos sucede en la vida, yo necesitaba aquel aprendizaje, y puedo decir que sí salí fortalecida de aquella situación.

Hace algún tiempo, cuando llegó a mí el desarrollo personal, empecé a entender que, si bien en el proceso de la depresión hay algo así como un desencadenante y en mi caso fue el nacimiento de mi hijo, lo que me llevó a aquel estado fue mi incapacidad para saber cómo gestionar las emociones que sentía, tanto en aquellos momentos como durante toda mi vida.

Muchas personas nos pasamos la vida evitando expresar lo que realmente sentimos en determinadas situaciones y, ya sea por no herir a otros o por evitar conflictos, lo que hacemos es dañarnos a nosotros mismos.

No digo que haya que opinar sobre todo y soltar cualquier cosa que se nos pase por la cabeza en cada momento, pero sí que poder expresarle al otro de manera asertiva lo que sentimos cuando la situación nos afecta directamente, es más que saludable.


Callarme mis opiniones y permitir que las de otros dirigieran mi vida, fue lo que terminó por llevarme a la depresión.

A día de hoy, no solo estoy aprendiendo a gestionar mejor mis emociones para no permitir que opiniones ni comportamientos ajenos me alejen de mi paz interior y de mi felicidad, además he ganado confianza y autoestima para, de la mejor forma posible y poniéndome en el lugar del otro, saber responder.

Si entendemos que nadie puede hacernos daño si nosotros no lo permitimos, que el otro también está librando su propia batalla y que su comportamiento con nosotros no es más que un reflejo de su propio sufrimiento interior, será mucho más fácil lidiar con nuestras emociones cuando se desborden por la influencia de los demás.

Y de igual manera, cuando algo que hace o dice el otro me afecta, busco dentro de mí el "porqué" de la emoción que eso me causa. Seguro que hay algo que debo observar y trabajar en mí misma, pero de lo que todavía no soy consciente.

De pequeños nadie nos enseña a gestionar nuestras emociones, a lidiar con la montaña rusa de sensaciones que viviremos a diario y durante toda la vida en nuestra relación con los demás, y es algo de vital importancia porque, tal vez no podamos evitar lo que nos pase o lo que otros hagan, pero sí podemos ponerle la mejor actitud si sabemos cómo dirigir las emociones que ello nos provoca.

Afortunadamente hoy en día disponemos de muchísimo conocimiento a nuestro alcance para educarnos y educar emocionalmente. Y querer hacerlo o no, solo depende de nosotros.


Gracias infinitas por estar ahí.

Foto en 
Foter.com






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